Al abrir la caja, el impacto es primero visual; una paleta de colores brillantes con un brillo de espejo perfecto. El aroma es sutil y complejo, una mezcla de cacaos finos, notas de frutos secos tostados y el perfume de frutas exóticas -como cítricos o maracuyá- y especias. En boca, la experiencia es un descubrimiento textural. El snap crujiente de la finísima capa de chocolate pintada a mano es impecable, dando paso a rellenos que desafían las expectativas: ganaches etéreas y sedosas, pralinés crujientes con flor de sal, o centros líquidos de fruta pura que explotan en el paladar. El sabor es una evolución; cada bombón cuenta una historia distinta, equilibrando dulzor, acidez, amargor y el toque salino perfecto.